PPK 2011
Hace exactamente un año, ppkausas de ambos géneros nos encontrábamos atestiguando un franco ascenso en la preferencia electoral de nuestro líder, que nos hacía sentir seguros de su pase a la segunda vuelta superando a Keiko Fujimori. Sin embargo, aquello no sucedió y en esta oportunidad deseo compartir -desde mi personal punto de vista y con el único fin de contribuir a una lección aprendida- las razones que en abril 2011 constituyeron mayor obstáculo para la justa aspiración presidencial de Pedro Pablo Kuczynski.
Hace exactamente un año, ppkausas de ambos géneros nos encontrábamos atestiguando un franco ascenso en la preferencia electoral de nuestro líder, que nos hacía sentir seguros de su pase a la segunda vuelta superando a Keiko Fujimori. Sin embargo, aquello no sucedió y en esta oportunidad deseo compartir -desde mi personal punto de vista y con el único fin de contribuir a una lección aprendida- las razones que en abril 2011 constituyeron mayor obstáculo para la justa aspiración presidencial de Pedro Pablo Kuczynski.
En el primer diálogo que sostuve con PPK, cuando coincidí con él de modo circunstancial en Huánuco a comienzos de diciembre 2009 y le ofrecí mi apoyo en caso se anime a postular, tuve ocasión de hacer hincapié sobre la inconsistencia del gobernante aprista y los obvios visos de corrupción que traslucían cuando se transitaba por una destrozada Carretera Central mientras aquel se ufanaba de lo mucho que se venía invirtiendo en infraestructura vial. Cuando en 2010 finalmente y después de insistentes reclamos se licitó y ejecutó la reconstrucción respectiva, la gente solo reconfirmó la sensación de un proceso nada honesto.
PPK, posiblemente para mostrar que no imitaba a Alejandro Toledo, prefirió no ser tajante en su crítica a dichas claras señales de poca honradez. Yo creo que ése –no marcar cristalina distancia con Alan García- fue un mayor error político sobre el que no le alertaron sus más eminentes asesores. Aquel yerro le impidió posicionarse por encima del 5% en los primeros sondeos del 2010.
Su carisma mediático, sus propios méritos cada vez más en conocimiento de la gente y los errores tanto de Toledo como de Castañeda le permitieron ascender luego de modo sólido. Pero cuando ya se encontraba en el galope final prestó oídos -justamente por no haber zanjado un nítido camino aparte- a quienes le aconsejaban que el apoyo aprista era beneficioso, a sabiendas de los inocultables objetivos comunes (léase componendas) de aprismo y fujimorismo. Vino el abrazo de oso concretado a través del pronunciamiento público hecho por Jorge del Castillo y la sólida subida tornó en frenazo y caída tendente.
Para ser justos, hubieron otros errores -no políticos y por ello no tan gravitantes- como el bloqueo bienintencionado, aunque perjudicial, por parte de sus más cercanos colaboradores que impidió a Pedro Pablo oír más voces de quienes sabíamos que era entrañablemente el mejor y por tanto deseábamos genuinamente su éxito. También hubo un trato que rayaba en lo déspota por parte mayormente de gente afín al PPC, agrupación que se encargaba del manejo de campaña y logística, en detrimento de los partidos aliados más humildes. Aquello originó un desencanto que devino en el poco empeño que pusieron Alianza para el Progreso y Partido Humanista en asegurar votos presidenciales en el asequible norte peruano.
Finalmente, fue perceptible cierta ausencia de realismo respecto de la mayor simpatía de la administración Obama para con las postulaciones tanto de Toledo como de Humala -clave para disuadir mayores denuncias- lo cual originó un error de cálculo que llevó incluso a apoyar a Fujimori en la segunda vuelta, poniendo temerariamente en juego el caudal electoral ya ganado.
Nota.- Este artículo apareció por primera vez a comienzos de abril 2012 en el boletín electrónico Generación 20.21