8 de diciembre de 2008
Contribución
Carretera que clama por una invocación al presidente García
Por PABLO OMONTE
LIMA
Contribución
Carretera que clama por una invocación al presidente García
Por PABLO OMONTE
LIMA
A mediados de agosto tuve que viajar a Huánuco para asistir a la invitación de una amiga que volvía de Suiza después de casi 10 años. No siendo temporada de lluvias decidí hacerlo en mi auto, pues disfruto con los magníficos paisajes que van deleitando la vista a lo largo de toda la ruta. Saliendo de Lima un viernes bordeando las 9 de la mañana se supera con cierta facilidad el deficiente empalme entre el final de la autopista Ramiro Prialé y la carretera central.
Ya en la carretera misma, obviando su estrechez que es todavía una generalidad en las vías terrestres de nuestro país, disfruté la comodidad de la pista reconstruida a cabalidad durante el gobierno de Alejandro Toledo a lo largo de casi 300 kilómetros desde Chosica hasta el pasqueño Chicrín. Sin embargo, a partir de esa localidad y teniendo como indolentes testigos iniciales los predios de la minera Atacocha y un enorme aviso con el logotipo Presidencia de la República que anuncia desde hace un par de años un millonario presupuesto para el mantenimiento del tramo subsiguiente, empecé a transitar sobre una carretera destrozada. Abundan tantos baches que uno tiene que reducir el promedio de velocidad desde 80 hasta 30 kilómetros por hora si guarda un mínimo de compasión por su vehículo. Las condiciones caóticas muestran un oasis de cierta mejora entrando y saliendo de Huánuco; pero empeoran -según me han asegurado diversos familiares y amigos- en el tramo hacia Tingo María.
Vale decir que la carretera central a lo largo de más de 200 kilómetros desde Chicrín en el departamento de Pasco hasta Tingo María en el departamento de Huánuco se encuentra en estado patético, a pesar de las multimillonarias inversiones en el rubro sobre las que ha venido discurseando el actual presidente en diversos foros desde el inicio de su mandato.
Retornando el lunes inmediato hacia Lima no podía evitar la sensación de desilusión que me invadía al pensar en el desenvolvimiento del segundo gobierno aprista. El discurso con el verbo encendido por un lado y la triste realidad de una carretera derruída por el otro se convertían en argumentos irreductibles. No podía soslayar el recuerdo de mi empeño por apoyar la candidatura de Lourdes Flores antes del 9 de abril de 2006 porque la consideraba como la mejor opción o la alternativa menos mala frente a Alan García y Ollanta Humala, quienes en ese entonces también lideraban en las encuestas. Tanto era mi convencimiento que empecé a distribuir a más de dos mil contactos contínuos comentarios vía correo electrónico bajo el título P1's paragraphs resaltando la conveniencia de elegir a la lideresa de Unidad Nacional.
Pero llegó aquel domingo 9, Valentín Paniagua no había retirado su candidatura y la votación en los consulados peruanos más populosos sufría escandalosas restricciones que parecían previamente orquestadas. Los peruanos nos encaminábamos pues hacia una segunda vuelta que se traducía no en escoger a la menos mala o al menos malo sino al menos peor.
Naturalmente me embarqué en un decidido apoyo a favor de García con miras al run-off del 4 de junio, a sabiendas de la corrupción e ineptitud que campeaban en nuestro país durante su primer gobierno, con la esperanza de que él, sobretodo él, deseara resarcirse del mal recuerdo que había dejado en los peruanos en 1990 y cual moderno Piérola se esforzara en un redimidor segundo período gubernamental.
Bajando de Ticlio me hacía la promesa de escribir pronto sobre aquella pésima carretera y sobre como una vía de comunicación en tan mal estado viene afectando los intereses de los peruanos que habitan territorio huanuqueño y de los peruanos en general. No obstante, quise darme algo más de tiempo porque al escribir sobre el tema no podría evitar criticar el desempeño del actual gobierno al cual siempre quise otorgar un genuino beneficio de la duda, sintiendo como muchos que al país le conviene así.
Transcurrieron algunas semanas y me encontraba abocado a comentar en inglés a través de mi página www.omonte.org acerca de los trasfondos demagógicos de Barack Obama, cuando leí sobre la filtración de audios que comprometían a Rómulo León al revisar titulares en un quiosco de periódicos el lunes 5 de octubre. Lo primero que se me vino a la mente fue el comentario que alcancé a comienzos del 2007 al entonces premier Jorge del Castillo durante una reunión de AmCham resaltando que gracias a la tecnología era bastante más fácil detectar la corrupción en épocas actuales. Sin embargo, nuevamente preferí esperar algo más antes de escribir sobre el asunto, principalmente para no echar más leña al fuego mientras nuestro país se encontraba ad portas de ser el anfitrión de la cumbre APEC 2008.
Finalmente se ha llevado a cabo tan esperada reunión, cuyo desarrollo este año en Lima fue uno de los logros obtenidos por el ex presidente Toledo, gracias al inigualable carisma que irradiaba en el exterior. Estos días de fiesta fueron fugaces y ha sido importante que nuestro país se muestre de la mejor manera ante la gran cantidad de influyentes visitantes; pero ahora es aún más importante alcanzar ya sin más demora una invocación de suma relevancia al actual presidente de los peruanos.
La mayoría de apristas y no apristas que aseguramos su elección el 2006 compartimos la sincera impresión de que León no pudo haber actuado con insolente impunidad sin estar seguro de un manto protector. Creemos del mismo modo que se podría estar configurando un tinglado para esquilmar arcas estatales aprovechando el poder político y la coyuntural necesidad de mayores inversiones gubernamentales para paliar los efectos de la recesión internacional.
Por tanto, sin perder la esperanza por el buen devenir de éste su segundo gobierno, pedimos al doctor Alan García un sensato golpe de timón para que -si bien no pudo liderar la esperada reforma del estado peruano al comienzo del lustro como era pertinente- de todos modos haga frente al monstruo de la corrupción, cuyas garras estamos empezando a percibir nuevamente.
De no proceder así, la desilusión cundirá principalmente entre nuestros compatriotas económicamente menos favorecidos y ese ignominioso lujo -como aprendimos a más tardar el 2006- ya no nos podemos permitir.